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Las principales crisis alimentarias de la historia

Cuenta la Biblia que Dios envió a los egipcios diez plagas para que dejara salir a los hebreos rumbo a la tierra prometida. Dicen los historiadores y científicos que, aparte del relato de la Biblia, estas plagas se produjeron por diversas causas naturales entre los años 1279 y 1213 antes de Cristo. Algunas de esas plagas, como la de las langostas que devoraban el grano, causaron las primeras crisis alimentarias de la historia.

“Las catástrofes naturales fueron las responsables de las primeras crisis alimentarias", cuenta Alfonso Carrascosa, científico del CIAL-CSIC. Según explica, estas pueden producirse por virus (como la gripe aviar), por infección (por ejemplo, la salmonela), por una sustancia tóxica química (como el clembuterol) o por catástrofes naturales.

Las históricas, como la que se produjo en la Edad Media por un brote de cólera, "una enfermedad que se transmite muy rápido por los alimentos", recuerda Carrascosa, están registradas en los libros de historia. Las actuales se reflejan en los periódicos.

Desde esas primeras crisis hasta la del pepino actual son muchas las que se han sucedido. En España, la crisis más grave que se ha producido en las últimas décadas fue la derivada del consumo de aceite de colza. El primer caso de un afectado, un niño madrileño de ocho años, salió a la luz en 1981. En total 4.537 personas fallecieron y más de 20.000 resultaron afectadas, muchas de las cuales sufren todavía importantes secuelas, como problemas crónicos, hipertensión, lesiones neurológicas y daños en el hígado, así como problemas digestivos.

La causa de la intoxicación estaba en un aceite comprado en Francia, que se desnaturalizó con anilina para importarlo a España. Se vendió de manera fraudulenta como sustituto del aceite de oliva apto para el consumo humano, aunque era para uso industrial.

El aceite de oliva volvió a ver salpicado por el escándalo en 2001, cuando se encontraron altos niveles (de hasta 400 veces superiores a los tolerables) de benzopirenos, potencialmente cancerígenos, en el aceite de orujo español, un refinado más barato que el aceite de oliva virgen. El Ministerio de Sanidad inmovilizó las partidas de aceite, medida que incrementó la desconfianza del consumidor. Las pérdidas acumuladas se calculan entre 60 y 70 millones de euros durante los dos a tres años posteriores al decreto. No se conocieron casos de enfermedad vinculados con el consumo de ese aceite.

Las ’vacas locas’

Pero, sin duda, la crisis de las vacas locas ha sido la más relevante a nivel mundial en los últimos años y, según cuenta el catedrático de la Universidad de Zaragoza especialista en patologías animales, Juan José Badiola, el científico que detectó los dos primeros casos de esta enfermedad en España, "supuso un antes y un después" en lo que a controles sanitarios se refiere.

El primer caso surgió en 1996, cuando los científicos tuvieron las primeras evidencias de que la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) podía transmitirse a las personas al comer carne contaminada con priones. Este consumo producía una enfermedad irremediablemente mortal, una patología neurodegenerativa de graves consecuencias. Surgió por un inadecuado control en las materias primas con las que se hacían los piensos animales.

"Esta enfermedad que causó pánico en la sociedad demostró que Europa no lo estaba haciendo bien en el ámbito de la seguridad alimentaria", explica Badiola. A raíz de aquí, se decidió homogeneizar los controles en el continente. "Antes se hacían controles fragmentarios, y no puede ser así. La seguridad alimentaria hay que garantizarla desde la tierra hasta la mesa. De poco sirve que controlemos mucho un punto de la cadena si nos dejamos otros". A raíz de esta crisis, surgió el concepto de trazabilidad: es necesario conocer todo el proceso de un alimento, las distintas fases por las que pasa.

Desde el año 2001, en España existe la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), que es la encargada de garantizar la salubridad de los alimentos y de alertar a Europa en el caso de posibles crisis. "Cuando hay un afectado por haber ingerido algún producto alimenticio, los servicios hospitalarios alertan a los servicios epidemiológicos y a la autoridad sanitaria. Después la situación se pone en conocimiento de la AESAN, que es el punto de contacto con la red europea, que centraliza la información", explica Juan Julián García, vocal asesor de la AESAN.

Pollos, cerdos y otras crisis

El pollo es otro de los grandes protagonistas de las crisis alimentarias. En 1997 surgió el primer brote conocido en seres humanos de la llamada gripe aviar, una enfermedad que se transmitía de ave a ave y que saltó a los humanos que tenían un contacto prolongado con los animales enfermos. El primer caso se produjo en Hong Kong. Se sacrificaron millones de aves, sobre todo en Asia, y hubo pérdidas millonarias para el sector, a pesar de que las autoridades veterinarias y sanitarias defendieron que el virus no se transmitía por la comida, ya que se destruye al cocinar la carne.

Siguiendo con el pollo, en 1999 se descubrió que un empresario belga introdujo dioxina, una sustancia con propiedades cancerígenas para las personas, en la cadena de alimentación belga, al reciclar grasas y aceites con los que se fabricaban piensos para aves que se vendieron en otros países de Europa.

Más recientemente, en 2005 se registró en España una crisis menor, cuando hubo más de 2.000 afectados y un muerto por casos de salmonelosis por el consumo de pollos precocinados contaminados.

El cerdo también es un animal que ha sido afectado por numerosas crisis. En 2001 se detectaron en España casos de peste porcina y los productos españoles derivados del cerdo estuvieron vetados en varios países, pese a que la peste porcina es una enfermedad que afecta únicamente a los cerdos y que no se transmite al ser humano. Esta situación provocó unas pérdidas de 27 millones de euros y más de 100.000 animales tuvieron que ser sacrificados.
En 2009, un brote de gripe en humanos detectado en México causó más de 20 muertes. En un principio se pensó que los cerdos eran los causantes de esa fiebre, pero poco después se conoció que la causa no era un virus exclusivamente porcino, sino la nueva cepa de virus de gripe A, el H1N1.

Otros productos, como la leche, han hecho saltar las alertas. En 2008, cuatro bebés murieron y más de 54.000 se intoxicaron en China por el consumo de leche adulterada con melanina, que hacía a los niños padecer insuficiencia renal grave.

Fuente: PAULA ESCALADA MEDRANO para elpais.com
 

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