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Así funciona un banco de sangre animal

Un raticida pudo acabar con su perro. El animal, por fortuna, recibió a tiempo la cantidad necesaria de plasma. Una inyección de vida, no obstante, que costó encontrar. Para evitar que se repitiera su historia, Alfredo Montoro creó el primer Banco de Sangre Canino en la Comunidad Valenciana a principios de 2010.

«Hacen falta donantes siempre. Los requerimientos de sangre son inesperados: operaciones, accidentes, anemias, traumatismos…. Pese a las campañas que organizamos no existe mucha concienciación al respecto», alerta Baucis Mitjanas, de la División Veterinaria de los Laboratorios Montero Botella.

El candidato ideal: un can cuidado (desparasitado, vacunado) de 25 kilos (kg).

Carácter tranquilo

«Los datos científicos nos dicen que podemos extraerles 20 mililitros (ml) por kg cada cuatro semanas. Aunque nosotros recomendamos que se haga cada tres meses», explica Cristina Fragío, jefa de Urgencias de Pequeños Animales del Hospital Clínico Veterinario de la Universidad Complutense de Madrid (HCVC).

«Las bolsas, con una capacidad de 450 ml, ya incorporan anticoagulante, por lo que solo les sacamos unos 320 ml», comenta Lorena Lázaro, de la División Veterinaria de los Laboratorios Montero Botella. «El calibre de vena de los perros no permite una velocidad de extracción óptima siempre, de modo que elegimos la yugular (rasuramos y lavamos una pequeña zona del cuello) o la cefálica (situada en la pata delantera)».

El proceso dura entre diez y cuarenta minutos, en función del carácter del can. «Las razas grandes (mastín, bóxer, dogo, bulldog…) suelen mostrarse más tranquilos», resalta Mitjanas. ¿Hay premio al final? «En realidad, a diferencia de las personas, que podemos sufrir algún desmayo, ellos no necesitan recuperar fuerzas, pues el volumen de sangre retirado es mínimo. Pero les ofrecemos un cuenco con pienso de dieta», cuenta María Ángeles Daza, del Departamento de Urgencias de Pequeños Animales del HCVC.

No actúan igual en el banco de sangre privado valenciano: «Los perros tienen estómagos muy sensibles y comer algo desacostumbrado puede acarrearles diarreas alimentarias pasajeras. Además, sus dueños se los pueden llevar una vez han realizado su solidario acto», manifiesta Mitjanas.

Intervenciones de bazo

La sangre se centrifuga para separarla en dos productos diferentes: plasma y concentrado de eritrocitos (glóbulos rojos). «El plasma, rico en proteínas, se aplica cuando el paciente presenta una falta de coagulación, por ejemplo. Mientras que el concentrado de eritrocitos resulta muy útil en casos de anemias o rotura de vísceras abdominales», detalla Daza.

«El plasma puede almacenarse entre diez y doce meses. Se ha de congelar a lo largo de las seis horas siguientes a su obtención. Cuando se quiera echar mano de él basta con calentarlo al baño maría. El concentrado de eritrocitos, en cambio, se guarda en la nevera y aguanta unos 42 días. La sangre completa, hasta 35», matiza Lázaro.

«No haría falta testar el grupo sanguíneo (GS) del can –hay ocho distintos- en la primera trasfusión, ya que nace sin anticuerpos naturales frente a otros GS. Si se trata de la segunda, aunque donante y receptor pertenezcan al mismo, conviene comprobarlo, por si hubiera anticuerpos circulando», relata Daza.

«Los kits preparados –de venta en clínicas- que usamos no determinan qué GS tiene la mascota, sino el grupo con más relevancia clínica (el que causa más reacciones post-trasfusionales): el DEA 1.1. Los DEA 1.1 positivo solo pueden donar a otro positivo; el negativo, en cambio, sería el equivalente humano al “donante universal”», expone Fragío.

«Los galgos, en un porcentaje altísimo, se consideran donantes universales», menciona Mitjanas.

Hemólisis

Antes de trasfundir, los veterinarios estiman la pérdida de sangre del animal para calcular cuánta necesitará. «Los ejemplares más grandes consumen dos bolsas de concentrado de eritrocitos. Bastantes más si hablamos de plasma. En una misma trasfusión podrían recibir sangre de diferentes perros (los anticuerpos tardan en originarse una semana)», enuncia Daza.

Durante las dos horas que se dilata el procedimiento, los parámetros basales del can (frecuencia cardiaca, presión arterial, temperatura, mucosas, orina, respiración…) se monitorean cada quince minutos. «Si se produce un shock anafiláctico o una anemia hemolítica se detiene la trasfusión y se actúa de inmediato».

Chequeos por la «patilla»

Tanto si lleva a su perro a los Laboratorios Montero Botella (Valencia) como al Hospital Clínico Veterinario de la Universidad Complutense de Madrid sepa que se le practicará un control de salud gratuito (cada vez que acuda a donar o dos veces al año, respectivamente) y gozará de preferencia de sangre en caso de necesitarlo. «Realizando las pertinentes analíticas nos aseguramos una cartera de donantes sanos. Al mismo tiempo, ayudamos a sus propietarios a combatir patologías peligrosas (leishmaniasis, ehrlichiosis, dirofilariosis) gracias a un diagnóstico precoz. En Valencia (Baleares, Cataluña y Aragón) somos endémicos de leishmania, sin ir más lejos», concluye Mitjanas.

Sedación y jeringuilla

Los gatos con un peso superior a 4 kg pueden donar sangre. Se les extrae una unidad (60-80 ml) por medio de una jeringuilla que incluye anticoagulante. Los felinos son muy nerviosos, por lo que se les seda. «Supone un riesgo mayor, así como un coste superior», aclara Fragío. Su sangre no se almacena, al tratarse de poco volumen. Y se suele usar en gatos con enfermedades infecciosas, leucemia, inmunodeficiencia, pancreatitis, septicemia, pacientes que reciben quimioterapia….

Desde la primera trasfusión se comprueba su grupo sanguíneo –tres tipos-. «El B –propio de abisinios, por ejemplo- es el más antigénico de todos y el menos frecuente. Normalmente, un A puede donar a un B con mucho cuidado. Pero un B nunca puede hacerlo con un A. Un mililitro de sangre incompatible puede matar al animal», asegura Daza.

Fuente: RUTH PILAR ESPINOSA PARA ABC.ES
 

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