El veterinario identificador, inicio de la cadena que garantiza la salud pública

La identificación de las reses en las explotaciones ganaderas es una labor sencilla desde el punto de vista metodológico, pero que requiere una alta capacitación profesional en prevención de cualquier riesgo sanitario.

ELMUNDO.es pudo comprobar en una explotación ganadera de la provincia de Lugo el trabajo de un veterinario de la empresa pública Seaga, que recorre todas las ganaderías de su zona de trabajo a la llamada del ganadero para comunicar cualquier novedad respecto al número de animales de su explotación.

Estos profesionales son los actualmente capacitados para identificar con dos crotales -’pendientes’- a cada animal a los pocos días de nacer. Este número será el ’DNI’ que inicia la trazabilidad de la carne que luego consumimos, y que permite rastrear esa carne desde su nacimiento hasta su llegada al punto de venta, algo fundamental en el caso de una alerta o de una partida contaminada.

Como informó ELMUNDO.es, el sistema de identificación que quiere implantar la Xunta suprime esa competencia de los veterinarios para que sea el propio ganadero quien identifique a sus animales, un nuevo método que supone un retroceso en términos de garantías hacia la salud pública, como denuncian ambos profesionales, y que no tiene por qué ser más económico, tal y como parece pretender el Gobierno gallego con este cambio.

Un riesgo que retrocede a la época de las ’vacas locas’

Ya a pie de establo, la sencillez del proceso salta a la vista, dando por descontado los conocimientos del veterinario en esta labor. En apenas unos segundos, el veterinario retiene al bovino, comprueba su sexo y que es un recién nacido, y finalmente grapa sendos pendientes numerados en cada oreja. El ganadero requiere la presencia de este profesional tanto para comunicar altas y bajas, como para colocar duplicados de crotales en caso de eventuales extravíos.

Esta aparente sencillez no implica que los ganaderos estén plenamente capacitados para identificar a los animales, incluso ni para una mera inspección ocular. Ya de primeras, muchos, sobre todo los mayores, se niegan a tocar a un animal que puede resultar peligroso por las sacudidas que da. De la misma forma, se dan casos de gente que ni siquiera diferencia bien a sus respectivos becerros.

Por otra banda, intencionadamente o no, el ganadero podría falsear la edad del becerro -registrarlo como recién nacido cuando ya han transcurrido varias semanas de su vida- para evitar, por ejemplo, los controles de los MER (materiales específicos de riesgo) que todas las reses deben pasar a los 12 meses.

Estas pruebas son fundamentales de cara a la salud pública, pues es la principal medida establecida para evitar la aparición de la Encefalopatía Espongiforme Bovina, la ’enfermedad de las vacas locas’, que tantos estragos produjo en Europa en 2001. Lo barato podría salir muy caro.

Ni ganaderos ni veterinarios quieren el cambio

La apariencia de que el cambio en el modelo suponga una "evolución", tal y como señaló el director xeral de Producción Agropecuaria de la Xunta, sobre todo de cara a la independencia del trabajo de los ganaderos, no produce simpatías ni en éstos ni en los veterinarios. Ambas partes implicadas coinciden en el grave error que supondrá eliminar la figura del profesional veterinario.

"Es fácil, muy fácil, que haya intercambio de becerros entre ganaderos y tratantes sin el control sobre los crotales", apunta uno de los ganaderos consultados ante la presencia del veterinario que lo visitaba. Ambos insisten en el que el problema más grave vendrá de la mano de los duplicados de los crotales, que podrían generar "un gran movimiento de becerros" y, en consecuencia, un grave caso de fraude. "A partir de ahora va a haber muchos más gemelos", ironiza el veterinario de Seaga.

A modo de ejemplo, sirva pensar que una explotación -o un tratante- con el sello de Ternera Gallega podría llevar al matadero cualquier becerro procedente de otro lugar bajo el amparo de una la garantía de calidad que se supone tiene esa explotación. Sin la figura del veterinario identificador como responsable de los pendientes, el ’tráfico’ de crotales y el consiguiente fraude podría ser muy frecuentes. "Se nos ponen las armas en las manos" apunta el ganadero consultado ante las opciones de infringir la ley que se les pueden abrir a muchos. "Y el problema es que no se va a distinguir quien lo ha hecho por error y quien intencionadamente".

Los ganaderos, que esperan la llegada del identificador en la explotación, apenas hacen nada durante el breve proceso. Su presencia se limita a mostrar el ’libro de familia’ de su ganadería y a pagar las tasas públicas por los crotales. El cambio del modelo, en el caso de que no puedan solventarlo a través de teléfono o de Internet (las alternativas propuestas por la Xunta, en buena medida irreales en el rural y en la montaña), les obligará a invertir tiempo y dinero en desplazarse hasta alguna oficina de Medio Rural para comunicar los cambios.