Se da el nombre de Leishmaniosis a una gran variedad de manifestaciones patológicas, que difieren mucho en su gravedad y en sus efectos sobre la salud y cuyo agente causal es un parásito protozoario flagelado.
La transmisión de la Leishmaniosis se produce cuando hembras de insectos del género flebotomo, que se alimentan de sangre, ingieren los amastigotes (formas intracelulares del parásito protozoario), al succionar sangre de animales infectados.
En España se presentan fundamentalmente dos tipos de Leishmaniosis, en función de sus manifestaciones patológicas: la leishmaniosis visceral y la leishmaniosis cutánea. Ambas coinciden en que:
El agente causal de ambas enfermedades es la L. donovani infantum.
Los vectores implicados en mayor medida en la transmisión son las hembras de dos mosquitos pertenecientes al mismo género: Phlebotomus perniciosus y el P. ariasi.
El reservorio más importante demostrado en nuestro país es el perro (que a la vez es huésped susceptible).
La L. visceral o Kala-azar se presenta de forma endémica, siendo una enfermedad que tiende a ser crónica y afecta especialmente a niños. En los últimos años se ha presentado con mayor frecuencia en personas con síndrome de inmunodeficiencia adquirida y en personas sometidas a tratamientos inmunodepresores (pacientes oncológicos, transplantados, etc.).
En los perros, el período de incubación puede durar meses o años. Los signos varían en función del tipo de leishmaniosis que se presente: cutánea, mucocutánea o visceral, y suelen incluir generalmente caquexia, alopecias, onicogriposis, linfodenopatía, hepatomegalia, esplenomegalia, etc.
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