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Leucemia felina: ¿qué es?

 Una de las causas más frecuentes de mortalidad en gatos por enfermedad infecciosa es la leucemia felina, especialmente en comunidades donde conviven un gran número de animales de diversas procedencias, que viven en libertad o están en contacto con ejemplares no controlados.


Se trata de una enfermedad grave, originada por un retrovirus denominado virus de la leucemia felina (FeLV) que ataca a los leucocitos, células defensivas del organismo. La vía de contagio más habitual es a través de la saliva infectada, por lo que resulta muy fácil su transmisión a causa de los hábitos de acicalamiento (lamidos) y peleas (con mordeduras) propias de los gatos. También se transmite por el uso de comederos y bebederos comunes. Además, este virus puede ser transmitido de madre a hijo antes del nacimiento y durante
la lactancia.


En términos generales los gatitos (concretamente menores de los cuatro meses) presentan una respuesta inmunitaria muy débil y, por tanto, son más receptivos a la infección. Lo mismo ocurre con los animales muy mayores o aquellos de cualquier edad cuyas defensas estén debilitadas por enfermedad, medicación o estrés.

Síntomas
Los síntomas de la leucemia felina pueden ser muy variados, o incluso pueden no presentarse durante un largo periodo después de la infección. Los más frecuentes son anemia, enfermedad hepática o intestinal, trastornos de la reproducción e incluso abortos y mortalidad neonatal, así como problemas relacionados con el sistema inmunitario y la formación de tumores. Los signos más visibles son pérdida de peso, vómitos y diarrea.


Además, esta enfermedad elimina las defensas del organismo, provocando que los gatos infectados sean más vulnerables a otras. Produce neoplasias espontáneas (p.e. linfosarcomas) y supresión de la médula ósea y del sistema inmunitario.
Para hacer un diagnóstico el veterinario puede realizar pruebas laboratoriales a partir de una muestra de sangre en la clínica para localizar anticuerpos o bien enviarlas a un laboratorio externo. Estas pruebas deben evaluarse en conjunto con los síntomas del gato, ya que un positivo solo asegura que ha estado en contacto con la enfermedad, pero no que la padezca.

Mejor prevenir que tratar
La mejor forma de combatir la leucemia felina es la prevención. Cualquier persona que adquiera un gatito nuevo, especialmente si ya tiene uno, debe solicitar al veterinario un test para comprobar que no esté infectado de leucemia felina.
La vacunación protege en gran medida contra el virus, por lo que debemos acudir a la clínica anualmente para que reciba su dosis y además aplicar otras medidas preventivas: el FeLV es sensible en el entorno y por tanto vulnerable a todos los desinfectantes y detergentes habituales.


Los tratamientos actuales no eliminan el virus, pero el veterinario puede administrar medicamentos para paliar las enfermedades secundarias que presente el gato evaluándolas de forma individual. Hay que proteger a los gatos portadores del virus de otras infecciones, así como de parásitos o del estrés. Solo así se mantendrá su calidad de vida.
La leucemia felina no se transmite a las personas, pero sí a otros gatos, por lo que los ejemplares afectados no deben estar en contacto con otros ni compartir fuentes de agua y comida.

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